TRISTAN TZARA – TESTIMONIO SOBRE EL ORIGEN DEL CUBISMO

EL DESCUBRIMIENTO DE LAS LLAMADAS ARTES PRIMITIVAS

Se conocen, poco más o menos, las circunstancias en las que, hacia 1907, Henri Matisse, tras haber adquirido en la tienda del viejo Heymann en la calle Rennes, una estatuilla africana, fue el pionero en atraer la atención de los nuevos pintores sobre éste arte hasta entonces desconocido.*

En pleno apogeo del Fauvismo, puede imaginarse con qué avidez buscaban los pintores, entre los vestigios de las artes antiguas, aquellos elementos que confirmaran el valor de sus investigaciones pictóricas. Aunque Derain y Picasso siguieron de cerca a Matisse en la apreciación de la estatuaria negra, fue sobre todo éste último quién supo sacar partido, de manera más directa, del nuevo descubrimiento, introduciendo en su pintura los principios de simplificación de planos y de construcción del cuadro con la ayuda de volúmenes y masas superpuestas. La llamada época “negra” de Picasso desembocó, siguiendo las enseñanzas de Cézanne, en la creación del Cubismo, cuyas características investigaciones plásticas surgen como una conclusión natural de las experiencias extraídas del fondo anónimo del arte de los pueblos negros. Es sabido que ya los Impresionistas habían encontrado la perfecta correspondencia entre sus concepciones y el grabado japonés.

Cada etapa artística ha buscado su referente en el pasado, y, aunque resultado de una continua síntesis de todas las adquisiciones en el transcurso de los siglos, puede afirmarse que el ciclo de las tendencias artísticas resume el desarrollo mismo de la evolución humana, tanto en el aspecto histórico como en el de la personalidad. Cada época genera una nueva sensibilidad: es fácil concebir que Renoir, por ejemplo, al pasar ante la tienda del viejo Heymann, hubiera podido permanecer impertérrito ante una estatuilla negra, sin que por ello se pueda dudar de la calidad de su sensibilidad.

Las peculiares preocupaciones de Matisse y Picasso, al suscitar en ellos una semejante sensibilidad plástica, les hizo sospechar las posibilidades virtuales de desarrollo de la estética negra, posibilidades, que el resto de artes clásicas o consagradas eran incapaces de ofrecerles. Cualquier nueva generación ha podido constatar el florecimiento de las fecundas virtudes de una época pasada del arte, y, correlativamente, el esclarecimiento de un período olvidado.


Hay que señalar que, para los Cubistas, la denominación de arte negro comprendía las estatuarias tanto africanas como de Oceanía. Sólo mucho más tarde pudo establecerse una distinción más nítida. Las colecciones de Frank Haviland, de Marius de Zayas, de Paul Guillaume, de Level, de Rupalley*, etc., contenían indistintamente piezas africanas y de Oceanía, cuyas respectivas atribuciones eran, por otra parte, de lo más imprecisas.

Puede decirse, en general, que fue mejor conocida la escultura africana, y que el arte de Oceanía estaba sobre todo representado por objetos traídos por los colonizadores de Nueva Caledonia y de las Marquesas. Fue principalmente Africa quien influenció el arte moderno en el momento en que las investigaciones de orden plástico debían señalar una reacción contra el Romanticismo del color con el que los Fauves en su época se habían opuesto a los amanerados Simbolistas y a los retrógrados Impresionistas. El Cubismo apareció por lo tanto como una especie de clasicismo, y es en el rigor de la estatuaria africana, en la simplicidad de los volúmenes reducidos a su expresión esencial, dónde los defensores de la nueva tendencia se esforzaron encontrar las bases de la gran pintura tradicional.

El Cubismo, con la severidad casi monocromática y la discreción de valores, características también del arte africano, sobre todo si se le compara con el arte de los pueblos melanesios, se esforzó en regular esta reacción contra el Fauvismo exuberante y contra la profusión de colores en la que se expresaba la alegría de vivir con una aparente voluntad de dejarlo todo al instinto.

Al igual que, desde 1916, Dada podía ya considerar el Cubismo como un nuevo academicismo, los Surrealistas manifestaron su preferencia por el arte de Oceanía en oposición al clasicismo. Las investigaciones de tipo plástico de los Cubistas, demasiado eruditas, que presentan de cualquier forma el arte como un motivo en sí, fueron rechazadas por los Surrealistas en beneficio de una experiencia que tuviese en cuenta el terreno mismo de la vida. Al no tener la obra de arte otro fin que el de profundizar en su mecanismo, la creación artística se identificaba con el funcionamiento del pensamiento imaginativo.

Las obras de Max Ernst, Miró, Tanguy, Masson, Dali, así como las de Picasso y Klee en algunas épocas, están más o menos inspiradas por los nuevos principios que los poetas imaginaron para explorar la mentalidad del hombre moderno. Para ellos, el significado del arte de Oceanía depende más bien del terreno del conocimiento que del de una estética idealista sujeta a las fluctuaciones del gusto y de la moda.

Aunque, ya en 1912, Guillaume Apollinaire escribía en Zone: “Vas hacia Auteuil quieres llegar andando a tu casa / Dormir entre tus idolillos de Oceanía y Guinea” no es hasta 1917 cuando escribirá el primer texto crítico “A propósito del arte de los Negros”, como prefacio al catálogo editado por Paul Guillaume. Este fue el primer marchante de cuadros modernos que, desde 1913, se dedicó a la venta de esculturas africanas y de Oceanía.

Ante las preocupaciones estéticas de Apollinaire, que consideraba el arte como un producto más o menos intencionado del hombre, desligado en cierto modo de su íntima naturaleza, Dada oponía un más amplio concepto, donde el arte de los pueblos primitivos, imbricado en las funciones sociales y religiosas, aparecía como la expresión misma de su vida.

Dada, que preconizaba la “espontaneidad dadaísta”, pretendía hacer de la poesía una manera de vivir más que la manifestación dependiente de la inteligencia y de la voluntad. El arte era para él una de las formas, comunes a todos los hombres, de esta actividad poética cuya profunda raíz se confunde con la estructura primitiva de la vida afectiva.

Dada intentó poner en práctica esta teoría conectando el arte negro, africano y de Oceanía con la vida mental y con su inmediata expresión a nivel del hombre contemporáneo, organizando veladas negras de danza y música improvisadas. Se trataba para él de re-encontrar, entre las profundidades de la conciencia los apasionantes orígenes de la función poética.

El predominio de lo humano sobre lo estético, que Dada había puesto de manifiesto a propósito del arte de los pueblos primitivos, fue un hecho asumido por los Surrealistas. Así como el arte africano había podido sobre todo servir de soporte a las investigaciones plásticas de los pintores cubistas, el arte de Oceanía fue descubierto a través de la nueva poesía. Los pintores surrealistas, a la estela de Dada, ampliaron los terrenos en que el arte se confinaba y corría el riesgo de ahogarse en su propio principio de perfección, ubicando éste arte, y la actividad artística en general, en el plano del espíritu e interpretándolo como un derecho a la libertad de la imaginación.

Manuel Puertas

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