Desde su Primera Aventura Divina del Señor Antipirina , luego publicaría la Segunda, pasando por su Corazon con Barba (escandaloso su estreno saboteado por Breton y sus secuaces) hasta PAÑUELO DE NUBES de 1925 (¿collage de Hamlet, tragedia irónica o farsa trágica), obra que hoy nos ocupa , Tzara fue un excelente autor teatral.
Esta obra se representó por primera vez el 17 de Mayo de 1924, en el Teatro de la Cigale, durante las Veladas de París, organizadas por el Conde Etienne de Beaumont. (El autor expresa a éste último su gratitud por el gusto y sutil inteligencia que aportó a la presentación de Pañuelo de Nubes.) Hay una versión en You Tube
Traduzco el bellísimo monólogo del persona central EL POETA
A C T O I X
(UN BOSQUE. En el decorado escrito en grandes caracteres : Monólogo).
EL POETA (adelantándose con un lobo en la mano). – Vivir, morir. A la derecha a la izquierda. De pie, tumbado. Adelante, hacia atrás. Arriba, abajo. ¿Para qué esta gimnasia para un mal que no es corpóreo? La amo … Si, desgraciadamente, y ¡cuán lejos está! Las islas me deparan muchas sorpresas, las islas, esos platos imprevistos que emergen del oleaje azul, sobre las que se lanza la hambrienta fantasía a falta de otras satisfacciones más carnales. ¿Y acaso mi corazón no es un restaurante donde todo el mundo come hasta hartarse, sin pagar las notas ni los 10 % de propina? ¿Y a qué fin? Desearía poder desgarrarme las meninges para ver, como dentro de un juguete, el mecanismo de mi amor por ella. Yo que nunca amé.
(Guarda el lobo.)
El amor que en sibilinos y perfectos avatares
con tan sutiles penas mis días y mis noches,
llamó a las puertas cerradas del tiempo con dulces ademanes
que no despiertan a los viajeros en los hoteles,
y por el que me creí viudo, por el que lloraba el luto,
que creí arrancado de mi entraña madura
y lanzado lejos, lejos, por la viril y salvaje
corriente de lodo nupcial, impetuoso y volcánico,
viene hoy a turbar la hipótesis sosegada
similar al mágico vino que fermenta en la bodega
dentro de mi torpe mente y de mi soledad.
La noche, como una espita, cerraba el ancho tubo
por donde transcurre el día, la magnificencia de su luz;
las vidas, grandes y pequeñas, alternativamente,
sentían una vez más sueño y el reposo
el peso de la negra y antigua humareda sobre la balanza
de sus párpados dóciles y pesados de canciones.
Y yo, aturdido por el ruido de sus palabras,
(huellas de pasos borradas, en el desierto
que era mi sino el día que la vi,)
vibrando como su palabra con el sonido del recuerdo,
yo estaba de pie, aquí, intentado medir
el residuo del tiempo que la memoria deposita
a lo largo de su transcurso, las series de raros vocablos,
las perspectivas de imágenes acertadas y huidizas,
al triturar estos granos grandes y duros en pensamientos :
harina del cerebro, polvo de este mundo.
La arena, mientras el viento hostiga su luz,
ciega la alegría de los humildes peatones
y también el pensamiento sobre sí mismo girando
os oculta el fruto y la mentira del torbellino.
Así permanezco como restos del naufragio cotidiano.
El amor me impide la visión del corazón y del cerebro.
Peces rapaces, monstruos de las nubes,
odios, dolores, crisis, horrores,
vicios, microbios y genios malignos,
me golpean, me humillan, me muerden y desgarran
el atuendo preparado con el esmero adecuado
que debía llevar esta noche al baile de la Opera.
Y todo ello por dos ojos azules
y por el té de las cinco que el crepúsculo ofrece en primavera en tazas de porcelana, invisibles como las estrellas.
( Tararea La Violetera .- La orquesta toca el tema por lo bajo, y continúa hasta la mitad del acto X.)
(Sale. Cambian la luz y el decorado.)