En 1932 recién terminada la gran masacre española, ese genocidio que se cometió contra la razón, el arte, la libertad, y la imaginación y que se cobró miles de vidas, exilios y cárceles. Tzara conmocionado escribió una obra «Midis Gagnés» , con dibujos de Matisse, y a la que este país de todos los demonios, aún no ha prestado la más mÍnima atención y que permanece inédita.
Es mi intención darla a conocer entera en este blog…..pero dada su amplitud comenzamos por los tres primeros fragmentos
Va por Tristan….
I
abandoné al cuerpo que bajo el viento se desnuda en el interior de los fosos
desde ahora mal entallado muy pobre chasquido de hueso de cereza
agrietarse a lo largo de los desvanes y de los agricultores gredosos de hielo de
pizarra con rigidez
sufrimientos nubosos de la ola en mal de regreso cortada al ras
servil proverbial
colmenas montañeras donde los frutos van a vibrar con la sed de poder
quise adormecer las cuestiones insidiosas
sin pesos como las tumbas
en cada decir avanzando las espinas fríamente ricas en peces y deslizantes los
venenos y sus recorridos
sospechosas a penas afinadas y sin embargo miedos despavoridos los tentáculos
sin embargo peligrosos por tantos jabalíes por tantos proyectos como el hielo se
rompían fundían bajo los rápidos movidos por los animales lanudos los
trenes y los bosques pesados cargados de cargamentos fluviales
noté el sueño ordenado radiante en pleno resbalón matinal
una hermosa ropa de cama colocada sobre la cima de frambuesa o los pezones
de las mujeres amadas por nieves
amontonadas en la amplia corriente renqueante de una memoria
iluminé el fuego quieto del desierto y cuando me sentía vivir sólo era en letras
encantadas en las raíces de las cornamentas de ciervos
ningún recuerdo en los cabellos erizados de mica llegó a incrustar su delicada
rueca
sobre el hermoso cuerpo infantil con risa marina que para siempre se enredó
en mi soledad de hilo
vivos témpanos arrastrados por brazos humanos el dolor inmemorial aumentado
sobre los cobertizos de azufre
gritos afilados en la muela de las lobas
corazones sacudidos en la hoguera de huesos de barrancos
ternuras saqueadas los topes de los renes los choques marinos mitigados en las
brasas
unas raspaduras reconocidas por zarandeos de cielo se muestran en los secretos
de los vapores entre las miasmas de los barcos desarmados casi privados
de sol
cadáveres corroen chispas y a manera de espuma el mar barre pan rallado de
carbón vegetal
así se hunde la infancia en la ceguera de las maternidades siderales al abrigo de
bosques de muros cada día un día de inocentes y el espanto de las puertas
se cierra en doble crepúsculo sobre sus pasos
insensible y solitario
amurallado en el cráter de un flor nunca extinguida sino rígida cual
desesperación
todo es frío que alarga la expresión extrema del candado
y la muerte ya no habla de la muerte de las palabras tan mimadas por la
sustancia y la fluidez de sus senos universales
la piedra salta en lugar del hombre
y el corazón con párpados andrajosos se alza amenazando al mar con toda su
completa certeza metálica
I I
Me gustan las sustancias humanas compactas y enmarañadas, las que, difíciles de desenredar incluso con unos alerones de aurora repentina, encuentran en una ensoñación siempre virgen el olvido de los ojos penetrantes y de las memorias escrutadoras. Muy raras estas mujeres de agua solo aparecen ante las ventosas de los espejos como las horas inapreciables que aproximan el indefinible insomnio al día inexorable. Y si este cae como una masa huraña y fría sobre la conciencia del hombre, lo refugia en una vegetación de dulzura submarina, bajo el ojo ambiguo, no sabe como proteger la resolución de un sonido zumbador, herencia de la noche infantil, a través de los túneles frágiles de membranas transparentes y de metamorfosis planetarias. Una vibración incoherente de lamentos se rompe como minúsculos cuadrados en sacos de campanillas y de rechinar de bisutería. El sol es su peor enemigo. El viento puede causarle la ebriedad de la que tiemblan los pobres al pie de la escalera si unas rocas galvanizadas por las olas se encuentran al alcance de su frenético rigor. Así el mar, célula del sueño, contiene el mayor número de posibilidades nucleares de donde las apariciones de nubes y de resplandores musculados con figura antropomorfa son capaces de influir sobre las leves modificaciones de sexo de los seres que derivan de ella con la simplicidad de la tormenta. Y todos los cántaros se rompen con un estruendo de montañas secas, mientras que, por capas sucesivas cada vez más aéreas hacia la cima, un sentimiento de vida, de defectos implícitos, ilumina de una nueva piedra preciosa la continuidad del encanto humano a través de las cuevas de polvo.
I I I
de la inmensa soledad de una brizna de hierba
abandonada en los labios voraces de los campos
deduciré el fuego con costura de nácar
las anclas de la noche con las alas agrícolas de las trenzas de sarmiento
los alóes enmohecidos los muros puestos al desnudo de los desfiles de hombres
y de granizos
hornos oscilantes donde el pan es de piedra y la paz de los helechos se desmiga
son grillos de anís y sombra
la ruina de las viñas de sombra
de una cierta transparencia de voz estricta
del afectar a objetos macilentos
de una piel dulce de lengua de largo alcance
de una grandeza de joyas sin porvenir ni plumas
de un día oscurecido por un bosque de palomos
de una fría ventana y de una melena sin flores
vigilamos la pólvora del sol
el silencio aún no ha alcanzado la estructura íntima de la sombra de cristal
los lados de peñasco en las crines de agua pálida
el sueño selecciona a los seres vivos por golpes verticales unos negros y otros
marinos
el rey de las olas aún no ha secado su última lágrima