Entre los numeroso textos míticos escritos por Tristan Tzara, puede que este sea uno de los mas relevantes, precisos y hermosos. Colofón de Lampisterías, recopilación de 1963, broche de oro a sus siete manifiestos, y acta de defunción de DADA. Palabras históricas y proféticas de una conferencia pronunciada en Weimar y Jena, él 23 y 225 de Marzo de 1922 que se publicó por primera vez en Hannover en la revista MERZ de Kurt Schwitters en Enero de 1924.
EMOCIONANTE, GRANDIOSO, ESENCIAL …………
CONFERENCIA SOBRE DADA
Sabéis ya que para el gran público, para vosotros, gentes de mundo, un dadaista es el equivalente a un leproso. Pero esto no es mas que una manera de hablar. Cuando se habla cerca de nosotros, se nos guarda el mínimo de elegancia debido a la costumbre que se tiene de creer en el progreso. A diez metros de distancia el odio regresa. Esto es dada. Si me preguntáis por qué, no sabría responderos.
Otra característica de Dada es la continua separación de nuestros amigos. Nos separamos y dimitimos. El primero que presentó su dimisión del Movimiento Dada fui yo. Todo el mundo sabe que Dada no es nada. Yo me separé de Dada y de mí mismo tan pronto como comprendí el alcance de la nada.
Si continúo haciendo cualquier cosa, es porque eso me divierte, o más bien porque necesito actividad que invierto en todos los sentidos. En realidad, los verdaderos dadas siempre estaban separados de Dada. Aquellos para quienes dada era aún suficientemente importante para separarse de él ruidosamente, solo actuaban por una necesidad de propaganda personal y demostraban que los falsificadores de dinero siempre se han colado como unos inmundos gusanos entre las más puras y luminosas aventuras del espíritu.
Se que vosotros os esperáis unas explicaciones sobre Dada. No daré ninguna. Explicadme por qué existís vosotros. No sabéis nada. Me diréis : existo para procurar la felicidad de mis hijos. En el fondo sabéis que no es verdad. Diréis : existo para salvaguardar a mi patria de las invasiones bárbaras. Esto no es suficiente. Diréis : existo porque Dios lo quiere, Eso es un cuento para niños. Vosotros no sabréis nunca por qué existís pero os dejaréis arrastrar siempre muy fácilmente a tomar en serio la vida. No comprenderéis jamás que la vida es un juego de palabras., porque no estaréis lo suficientemente solos para contraponer al odio, a los juicios, a todo lo que exige grandes esfuerzos, un estado de espíritu llano y sereno donde todo es igual y banal.
Dada no es an absoluto moderno, es más bien el regreso a una religión de indiferencia casi búdica, Dada pone una dulzura artificial en las cosas, una nieve de mariposas salidas del cráneo de un prestidigitador. Dada es la quietud y no comprende las pasiones. Diréis que esto es una paradoja porque Dada se manifiesta por actos violentos. Sí, las reacciones de los individuos contaminados por la destrucción, son bastante violentas, pero esas reacciones agotadas, aniquiladas por la satánica insistencia de un “qué sentido tiene”, continuo y progresivo, lo que queda y domina es la indiferencia. Podría por otra parte, con la misma convicción, sostener lo contrario.
Admito que mis amigos no aprueben este punto de vista. Pero la Nada sólo puede expresarse en tanto reflejo de una individualidad. Por eso será válida para todo el mundo, concordando cada uno su importancia con su propia persona. Hablo de mí mismo. Esto está ya de más. ¿Cómo podría hablar de todo el mundo a la vez y contentarlo?
Nada hay más agradable que confundir a la gente. Las gente que no se quiere. ¿Con qué motivo explicarles lo que no puede interesar a su curiosidad? Porque la gente solo se quiere a sí misma, a su renta y a su perro, Este estado de cosas deriva de un falso concepto de la propiedad. Si se es pobre de espíritu, se posee una inteligencia segura e inquebrantable, una lógica feroz, un punto de vista inmutable. Procurad vaciaros y llenad vuestras células cerebrales con pequeña felicidad. Destruid siempre lo que hay en vosotros. Paseando al azar. Podréis entonces comprender multitud de cosas. No sois más inteligentes que nosotros, y nosotros no somos más inteligentes que vosotros.
La inteligencia es una organización como otra cualquiera, la organización social, la organización de un banco o la organización de un discurso. Un té mundano. Sirve para crear orden y poner luz donde no la hay. Sirve para crear la jerarquía en el estado. Para hacer clasificaciones por un trabajo racional, Para separar los temas de tipo material de los de tipo social, y tomar en serio los primeros. La inteligencia es el triunfo de la buena educación y del pragmatismo. La vida, felizmente, es otra cosa, e innumerables sus placeres. Su precio no se estima en moneda de inteligencia líquida.
Estas observaciones de las condiciones cotidianas nos han llevado a un conocimiento que constituye nuestro mínimo de entendimiento, fuera de la misterios simpatía que nos une. No podemos basarla en principios. Porque todo es relativo. ¿Qué es la Belleza, la Verdad, el Arte, el Bien, la Libertad? Palabras que para cada individuo significan algo diferente, Palabras que pretenden poner a todo el mundo de acuerdo, razón por la que se les escribe la mayor parte de las veces con mayúsculas. Palabras que no tienen ni el valor moral ni el poder objetivo que estamos habituados a asignarles. Su significado varía de un individuo a otro. Los hombres son diferentes, es su diversidad la que provoca su interés. No hay una base común en los cerebros de la humanidad. El inconsciente es inagotable e incontrolable, Su poder nos supera. También es misterioso como la última partícula de célula cerebral. Aunque la conociésemos, ¿quién se atreve a afirmar que podríamos reconstruirla viable y generadora de ideas?
¿Para qué han servido las teorías de los filósofos? ¿Nos han ayudado a dar un paso hacia adelante o hacia atrás? ¿Dónde está “adelante” dónde está “detrás”? ¿Acaso han transformado nuestras maneras de satisfacción? Nosotros estamos. Nos peleamos, nos alteramos, nos discutimos. Los entreactos a veces son agradables, mezclados frecuentemente con un tedio ilimitado, una ciénaga adornada por barbas de arbustos moribundos. Tenemos bastantes movimientos reflejos que han aumentado excesivamente nuestra credulidad en los beneficios de la ciencia. Lo que deseamos ahora es la espontaneidad. No porque sea más hermosa o mejor que otra cosa. Sino porque todo loo que surge libremente de nosotros mismos sin intervención de ideas especulativas, nos representa. Es necesario acelerar esta cantidad de vida que se gasta fácilmente por todos los rincones. El arte no tiene ese valor divino y que nos complace otorgarle. La vida es interesante de otra manera. Dada alardea de conocer la justa medida que es preciso dar al arte; lo incorpora con medios sutiles y pérfidos a los actos de la fantasía cotidiana. Y recíprocamente. En arte, Dada conduce todo a una sencillez inicial pero relativa. Mezcla sus caprichos con el viento caótico de la creación y con las danzas bárbaras de las tribus salvajes. Quiere que la lógica se reduzca a un mínimo personal y que la literatura se desatine, ante todo, a aquel que la hace. Las palabras también tiene un peso y sirven para una construcción abstracta. El absurdo no asusta, porque desde un punto de vista más elevado, todo en la vida me parece absurdo. Solamente la flexibilidad de nuestras convenciones relaciona actos dispares. La Belleza y la Verdad en arte no existen, lo que me interesa es la intensidad de una personalidad, plasmada directamente, evidentemente, en su obra, el hombre y su vitalidad., el ángulo con el cual mira los elementos y la manera de como sabe recoger en el cesto de la muerte las sensaciones y las emociones, esos encajes de palabras.
Dada intenta saber lo que significan las palabras antes de utilizarlas, no desde el punto de vista gramatical, sino desde el representativo. Los objetos y los colores se tamizan también por el mismo filtro. No nos interesa un nueva técnica, sino el espíritu. ¿Por qué queréis que una renovación pictórica, moral, social o poética nos preocupe? Todos sabemos que estas renovaciones de medios son solo sucesivas costumbres de las diferentes épocas de la historia, cuestiones poco interesantes de modas y fachadas. Sabemos demasiado bien que las personas trajeadas del Renacimiento eran poco más o menos las mismas que las de hoy y que Tchouang Tseu era tan dada como nosotros. Estáis equivocados si tomáis dada como una escuela moderna, o incluso como una reacción contra las escuelas actuales. Varias de mis afirmaciones os han parecido viejas y naturales, es la mejor demostración de que sois dadaistas sin saberlo y quizás desde antes del nacimiento de dada.
Con frecuencia oiréis decir : Dada es un estado de espíritu. Podréis estar alegres, tristes, afligidos, felices, melancólicos, podéis ser soñadores, indiferentes, fantasiosos, comerciantes, delgados, enervados, vanidosos, amables o dada. Más tarde, en el transcurso de la historia, cuando Dada llegue a ser una palabra precisa y habitual, y cuando la repetición popular le dé el sentido de una palabra orgánica con su necesario contenido, uno será dada sin sin vergüenza ni desprecio, puesto que ¿quién piensa aún hoy en literatura al calificar de romántico un lago, un paisaje, un carácter? Poco a poco, pero seguramente, se forme un carácter dada.
Dada está ahí, un poco por todas partes, tal como es, con sus defectos, con las diferentes personas, que admite y observa con indiferencia. Muy frecuentemente se nos dice que somos incoherentes, y se quiere atribuir esta palabra como una injuria que me es bastante difícil de comprender. Todo es incoherente. El señor que decide darse un baño, pero se va al cine. Otro que quiere quedarse tranquilo, pero que dice lo que no le pasa siquiera por la cabeza. Otro que tiene una idea exacta sobre cualquier cosa, pero solo alcanza a expresar lo contrario en unas palabras que para él son una mala traducción. Ninguna lógica. Relativas necesidades descubiertas a posteriori, válidas no desde el punto de vista de su exactitud sino como escusas.
Los actos de la vida no tienen comienzo ni fin. Todo sucede de una manera muy idiota. Por eso todo es parecido. La sencillez se llama dada.
Querer conciliar un estado inexplicable y momentáneo con la lógica, me parece un juego divertido. Nos basta ampliamente con el convencional lenguaje hablado, pero por nosotros solos, por nuestros íntimos juegos y nuestra literatura, ya no lo necesitamos.
En pintura las cosas ocurren de la misma manera, Los pintores, los técnicos que logran muy bien que un aparato fotográfico filme mucho mejor, continuarán el juego. Nosotros haremos el nuestro. No sabemos por qué ni cómo. Con todo lo que nos venga en mano. Estará mal hecho, pero no nos importa.
Los inicios de Dada no eran los comienzos de un arte, sino los de una repugnancia. Repugnancia por la magnificencia de los filósofos que desde hace 3.ooo años nos lo explicaron todo (¿con qué objetivo?), repugnancia por la pretensión de esos artistas representantes de dios en la tierra, repugnancia por la pasión, palpable mezquindad, malsana, aplicada allí donde no vale la pena, repugnancia por una nueva forma de tiranía y restricción, que no hace sino acentuar el instinto de dominación de los hombres en lugar de atenuarlo, repugnancia por todas las categorías catalogadas, por los falsos profetas tras los que hay que encontrar intereses de dinero, orgullo o enfermedades, repugnancia por los diferenciadores entre el bien y el mal, lo bello y lo feo, (porque ¿por qué es más apreciable poner rojo en vez de verde, a izquierda o a la derecha, grande o pequeño?), repugnancia al fin por la dialéctica jesuítica que puede explicar todo e inculcar en los cerebros de los pobres ideas oblicuas y obtusas que no tienen pies ni cabeza, todo esto mediante artificios cegadores e insinuantes promesas de charlatanes.
Dada, tras haber atraído de nuevo la atracción del mundo entero acerca de la muerte, acerca de su constante presencia entre nosotros, camina destruyendo cada vez más, no en extensión, sino en sí mismo. De todas sus repugnancias no saca por otro lado ningún partido, ningún orgullo y ningún provecho. Ya ni siquiera combate, porque sabe que no sirve para nada, que todo esto no tiene importancia. Lo que le interesa a un dadaista es su propia forma de vivir. Y aquí abordamos lugares reservados al gran secreto.
Dada es un estado de espíritu, Por eso se transforma acorde a las razas y a los acontecimientos. Dada se aplica a todo, y sin embargo no es nada, es el punto donde el sí y el no se encuentran, no solemnemente en los castillos de las filosofías humanas, sino muy sencillamente en la esquina de las calles como los perros y los saltamontes.
Dada es inútil como todo en la vida.
Dada no pretende nada como debería ser la vida.
Tal vez me comprendáis mejor cuando os diga que dada es un microbio virgen que se introduce con la terquedad del aire en todos los espacios que la razón no ha podido de llenar de palabras ni convenciones.