Para mejor pasar la confinación, más Tzara. Uno de los poemas más famosos de Jhon Keats se titula «Oda a una urna griega» : «la belleza es verdad y la verdad belleza». Quizá inspirado en él Tristan Tzara escribió «En una aurora griega» que junto con «Aceptación de la primavera» traducimos a continuación. Ambos forman parte de «Terre sus terre» último libro de la trilogía que escribió durante la Resistencia (los otros dos «Mientras tanto» y «Señal de vida»
EN UNA AURORA GRIEGA
aquí la arena aquí mi cuerpo
aquí el mármol y el arroyo
sobre la mesa donde se oyen los números
el vaso de vino y la palabra lunar
y el repiqueteo del cristal que te atraviesa
pero el cuervo defiende el espacio
el veneno redondo de la paciencia
la tierra está llena el animal duerme
el olivo retorcido bajo la llama de la risas negra
donde el mar remoja su desprecio
por saberse victorioso
nada más que guijarros secreto olvido
y el origen calcinado de la vejez
acaso solo habría venas en el cielo
y hojas en la aventura
sobre la flauta ramificada
los abrazos de los enamorados
irían aún entre alegres juegos
a nutrir la sordera de las cosas
a envenenar su cruel vanidad
pero el sueño está podrido
cogió en la sangre de los demás
barreras fusiles
y rocas europeas
como vampiros en las rimas nocturnas
y garras paralelas
despedazaron el sueño
y murió la sangre contaminada
por no haber conquistado en vano
la prisión y el desierto
la última savia
de las raicillas ardientes
hasta la punta de los dedos de fiebre
enseña esta luz a los hombres
en la que el niño despierta el grito
tierra a tierra el horizonte
y la señal arborescente
en la aurora de la mirada
guiando la estrella el hierro
reconocía su duro camino
del recuerdo
victoria pura entre las puras
que solo quede por decir una palabra
para cogerla y saborearla
incluso piel y sonrisa
que la tierra retome creer
en su hierro y su estrella
no quedan cuervos
el sol en el pecho
regresado el sueño
con su grandeza incendiaria
los reyes magos hacia nuevos nacimientos
se dice acerca de la montaña que ya se encienden sus fuegos
en el centro visible del silencio
y la llamada se hace quemadura
la sangre sube a las mejillas de las ciudades
la hoz y la cólera
son las dueñas del mundo
en cada calle donde un hombre canta
vestido con su luz
el viento reprime las lágrimas
bajo la máscara de los ciegos
ACEPTACIÓN DE LA PRIMAVERA
hablo de un tiempo nuevo reluciente
con una frescura azulada
en el oro de las pesadas aguas
engarzadas con lentas dagas
las puertas están abiertas marfil de frutas maduras
hablo de constancia
los senos sangran
ellas se ofrecen en la majestad de la noche
en el corazón de los dolores
la esperanza se hace fuego
soles enanos saludan las lenguas de cristal
aquellos que marchan devorados por su eco
y el galope de la sangre
entre lágrimas en calma
en las incrédulas fuentes
reparto las voces las justas y las duras
hablo de estas fuentes
que el secreto de manos femeninas
supo conservar intactas
al final de su brasa
qué importa su resplandor si por perder el camino
se extravían bajo la ceniza
se tapan de la ardiente fidelidad del silencio
no saben como decir
incandescencias sordas
heridas más profundas
que los países dormidos
de los que hablo – arena –
no tiene nombre en este mundo
donde la primavera a mechones
se arranca en la noche derrotada
por qué no tengo yo poderes incultos
de sortilegios luminosos
implantado vida frágil
en la robusta risa de las montañas
donde viejos recuerdos de terrenos en en barbecho
dormitan en mi carne
oyes fuera la inmensidad
romperse entre los árboles
el fruto de las castañuelas
se ilumina en la cascada
os despertáis el fuego precintado
en el alba mentirosa
aquí los vientos quietos
en los vestidos de dormir
danzáis la noche de las edades duras oh piedras
los números y sus presas visible aquí abajo
hasta estallar en risa sangrienta
que llegue la tierra a la tierra
y se multiplique la semilla en su reino