REVERDY – TZARA

En este artículo Tzara muestra su sensibilidad ante la obra de Reverdy y su simpatía personal hacia él. A pesar de las diferencias entre la estética egocéntrica de Reverdy y la diversidad cósmica de Dada, aun reprochando su sicologismo, fue Tristan prácticamente el único en apreciar el valor literario y lírico de la novela en verso “El ladrón de Talan” (o de talento) que Reverdy publicó por sus propios medios y que agradeció a Tzara los elogios recibidos.

PIERRE REVERDY : “El ladrón de Talento”

(Artículo de Tristan Tzara publicado en Dada 2 en Zurich en Diciembre de 1917)

Un libro sorprendente, casi la novela que se hubiera soñado. Desde el Renacimiento el arte fue : la anécdota como centro, como principio, es decir historia narrada al ricachón para despertar en él un “sentimiento”; 64 % de piedad. el resto : humildad,etc, + olvido de un incómodo instante en que se cerró un buen negocio. La mitad de los escritores sabe esto y se aprovecha de ello, la otra mía todavía intenta cocer el huevo de la anécdota para hacer de él arte, especulan con la fugaz tradición de algunos siglos. Pero sirve al mismo vientre, que no ha deseado ni previsto.

El renacimiento fue la era infernal del cínico. Para el arte fue un burdel, la anécdota y el coqueteo compartieron su territorio. La ilusión se convirtió en fin y el hombre pretendía superar a Dios. Y los problemas de la vorágine de la vida la volvieron interesante y productiva. Nosotros queremos continuar la tradición del arte negro, egipcio, bizantino, gótico y destruir en nosotros la sensibilidad atávica que nos legó la detestable época que derivó del cuatrocento.

La novela de Reverdy es un poema. Los episodios están cuidadosamente arropados por una sustancia que desconocemos. De otra manera el choque entre los elementos sería brutal. Y en el huevo dorado arde una vida difícil. Unas líneas rectas salen de esta carne, nos penetran y nos unen. Para Reverdy la acción transformada en escolopendra avanza lentamente dentro del organismo de la novela y cien abejas nos aportan en pequeñas dosis, mediante miles de picaduras invisibles, los ecos y los hechos y los inoculan uniformemente en nuestra sangre.

El Ladrón de Talan es sobre todo un irradiador de vibraciones y las imágenes que se descargan en todos los sentidos (efecto casi eléctrico al pasar) se juntan a su alrededor; por esa razón la obra de Reverdy es CÓSMICA. Y este halo ambulante y siempre en renovación nos deja una impresión nublada y el sabor amargo de que el hombre es su centro y puede, en su pequeño mundo, llegar a ser dueño y señor.

Lo que denomino “cósmico” es cualidad esencial de una obra de arte. Dado que implica orden que es condición necesaria para la vida de cualquier organismo. Elementos múltiples, diferentes y distantes están, más o menos intensamente, concentrados en la obra; el artista los recoge, los selecciona, los coloca, hace de ellos una construcción o una composición. El orden es una representación de una unidad regida por facultades universales, la sobriedad, la pureza de la precisión.

Existen dos principios en lo cósmico :

1.- Dar la misma importancia a cada objeto, ser, material u organismo del universo.

2.- Realzar la importancia del hombre, agrupar a su alrededor, para subordinarlos, a los seres, objetos, etc.

El núcleo de este último principio es u método sicológico; el peligro : la necesidad de CORREGIR a los hombres. Se trata de dejarles lo que quieran llegar a ser, unos seres superiores. El poeta se deja arrastrar al azar por el legado y la impresión. En cuanto al primer principio, esta necesidad adquiere una forma nueva : ubicar a los hombres al lado de los demás elementos, tal como son, hacer a los hombres MEJORES. Trabajar en común, anónimamente, en la gran catedral de la vida que estamos fraguando; moderar los instintos del hombre que, si se acentuase excesivamente la personalidad, adquirirían las proporciones de la mezquindad y del cinismo.

Reverdy, reagrupando alredor del hombre las respiraciones, las relaciones entre los elementos, crea estados casi materiales, que permanecen estancados a lo largo de todo el trayecto de los diferentes personajes, y casi se le asfixia, al final del libro, en esa atmósfera cuyos secretos de descomposición conocemos si hemos seguido atentamente el recorrido de las etapas recorridas. Reverdy dedica una gran cualidad de esta novela en darnos una fuerte emoción, con sobriedad en la elección de medios, en esto es serio y honesto. Se acerca al primer principio sin pretensión moral, porque deja a todos los elementos, excepto al hombre, manifestarse simultáneamente. Reverdy contarpone al arte por el arte : el arte para la vida. Nosotros contraponemos allí el arte para la diversidad cósmica, la totalidad, lo universal y queremos ver, inherente a ella, la vida lenta que existe y duerme incluso en lo que habitualmente denominamos muerte. Pero teorías y fórmulas son relativas y flexibles – bajo el ángulo del absoluto se convertirían en estrictos dogmas y fanatismo – y no deseamos hacerlo.

Es necesario leer la novela de Reverdy, cuya poesía es sabia y serena, como el testimonio de una tranquilidad que crece y se acumula en su propio poderío. Cascada que caería desde lo alto como un incendio productivo, un gran árbol con frutos múltiples y diversos.

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